lunes, 14 de diciembre de 2009

Fito Cabrales: «Me gustaría llorar más, sienta bien»


Fito y los Fitipaldis actúan mañana por la noche en el Palacio de Congresos de Granada con un lleno hasta la bandera.
27.11.09 - 02:21 - CARLOS MORÁN carlosmoran@ideal.es GRANADA


«Los bares de carretera tienen su encanto, hay alguna tortilla que podría estar en el Prado»

Al otro lado del teléfono, Fito Cabrales suena relajado. De cuando en cuando, un amago de bostezo distorsiona plácidamente su voz. Está en su casa de Gernika (Vizcaya). Prepara la maleta para actuar mañana en Granada con todo el aforo del Palacio de Deportes vendido. Otro taquillazo de Fito y los Fitipaldis, la sensación musical del momento, que diría un pinchadiscos de los de antes. Desde su ventana -describe el propio Fito-, ve prados y montañas luminosas. Brilla el sol en el alma siempre verde de Euskadi. Un día hermoso para conversar. Aunque sea a distancia.
-¿Le gustan las entrevistas? Lo digo para ir más o menos ligeros...
-Ja, ja, ja... Con el tiempo, he aprendido a que me guste todo. Hay dos formas de hacer entrevistas: una, disfrutando y otra, a cara de perro. Y como no me gusta hacer nada a cara de perro pues... Estate tranquilo: me gusta hablar con la gente.
-¿Las giras le dejan tiempo para conocer los lugares donde toca? ¿Puede, por ejemplo, perderse en el Albaicín aquí en Granada?
-La verdad es que no. No te voy a engañar. Vas del hotel a la prueba de sonido y de la prueba, de nuevo al hotel. Luego, una ducha y a tocar. Lo que sí conocemos son los restaurantes y los hoteles....
-Y los bares de carretera, supongo...
-Que tienen su encanto, no creas. Hay alguna tortilla que merecería estar en el Museo del Prado, ja, ja, ja...
- 'Antes de que cuente diez' -el último y reciente disco de Fito- incluye un 'deuvedé' de regalo con la grabación, en Madrid, del último concierto de la gira anterior. Será la crisis de los cuarenta, pero la parte del vídeo que más me ha gustado es cuando usted se pone llorar como una magdalena porque el 'show' toca a su fin... Es emocionante.
-La verdad es que no soy muy llorón. Me gustaría llorar más, porque va bien, sienta bien... Lo que ocurrió ahí es que era el último concierto y tuvimos la suerte de poder grabarlo. No sabíamos muy bien qué íbamos a hacer con él. Luego lo editamos un poco, porque no está demasiado 'currao', y decidimos meterlo con el nuevo disco. Y, sí, hay mucho sentimiento en esa grabación. Y no sólo por mi parte. Al final, cuando sale todo el mundo del equipo, que yo no me lo esperaba...
-Eso también impacta: es la constatación de que detrás de usted hay un montón de 'peña'...
-Sí, sí. Somos un montón. Unas 70 personas. Ahí estaban todos: desde los cocineros, hasta los que suben a los andamios... Y yo no sabía que eso iba a pasar. Estaba delante con la gente y, cuando me di la vuelta veo a un mogollón de 'peña'. Y, claro, es cuando me vengo abajo...
-Un feliz venirse abajo en todo caso...
-Claro, claro. Te sientes flojo, pero de buen rollo.
-Setenta personas alrededor de usted. Es lo que los economistas y tal catalogan como una pequeña o mediana empresa. Qué lío y qué responsabilidad, ¿o no?

-Tengo la suerte de trabajar con un equipo de excelentes profesionales. Cada uno en lo suyo, son los mejores. Si mañana me mato con el coche, ellos seguirían currando. Son demasiado buenos como para quedarse en casa.
-¿Pero se ve en el papel de empresario?
-La verdad es que no. Jamás me he visto así. Ni cuando he tenido otros negocios... cuando he estado en bares, yo me he sentido camarero y ya está. Puedes sentir la responsabilidad: a fin de cuentas, todo tiene que pasar por ti. Pero hay que saber delegar.
-Por cierto, no quiero quedarme sin saber qué ocurrió cuando se apagaron los focos del concierto de las lágrimas. ¿Hubo fiestón?
-Esa misma noche no pasó nada. Después sí hicimos una fiesta en Bilbao en la que estuvieron todos los que trabajaron en la gira. ¡Todos! Pusimos hasta un autobús. Nos cerraron un bar para nosotros. Yo fui el disc-jockey
-Y ya no hubo sollozos.
-No, ya no. Lo pasamos bomba.
Crisis

-¿Nota la crisis?
-A nivel personal, sí. Veo la crisis en mis amigos y en mi pueblo. Pero en la gira, no. Se ve que somos baratos, ja, ja, ja...
-Hay artistas que dejan que los parados entren gratis en sus conciertos...
-Me parece muy bien. Todo lo que sea tener ideas para hacer el bien en vez de para poner bombas me parece genial. Pero yo creo que hay gente mucho más competente para ayudar que nosotros los músicos. Quizá si lo hace un músico es más relevante, pero el que debería estar ahí es la persona a la que votamos.
-¿Cómo es el país que se ve desde lo alto de un escenario?
-Estaba pensando en hacer algo en directo sobre esto que me preguntas. En la televisión, en la radio, hay una visión política que dice que España está dividida. Son los enfrentamientos que tienen los políticos, pero que luego no son reales en la calle. En los conciertos lo único que veo es gente que quiere pasarlo bien y cantar las canciones. Da lo mismo que esté en Vigo que en Granada. No veo las fronteras que algunos inventan para dividir, para poder decir éstos son los míos y aquellos no. La música no conoce esas fronteras.
-Tras llenar tantos estadios, ¿está preparado para una caída en la demanda que le obligase a volver a las salas con capacidad para 200 personas?
-Ja, ja, ja... No sólo estoy preparado, me hace ilusión. Pero es complicado. Me quedan casi 90 conciertos de esta gira, que no ha hecho más que empezar. Me gusta volcarme en lo que estoy haciendo ahora. Me gusta vivir el momento. Pero también es verdad que cuando tocas en salas, sueñas con llenar pabellones. Y cuando llenas pabellones, sueñas con volver a los teatros. Los seres humanos somos así de, de... de gilipollas.
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